miércoles, 18 de mayo de 2011

Crónica de un pre púber ante la inminente pelota de cuero.

“Tienes que hacer deporte”  expresó mi madre con cierta incomodidad, ya que a mis escasos 11 años, había perdido el gusto por jugar en la calle,  ya sea jugar fulbito, mata gente o hasta el recordado 7 pecados;  No  me provocaba.  Así de simple. No quería estar sudando y menos corriendo por la pista de mi barrio. (Felizmente eso sólo fue un desliz que duró poco) pero volvamos a mi momento de letargo.

Era aficionado a la lectura, inventaba comics e historietas de personajes y me dedicaba horas enteras a dibujar, a hacer las viñetas de aquellos personajes que sí corrían y golpeaban a medio mundo,  luego veía futbol, tenía mis cuadernillos de apuntes con los goleadores del mundial o copa América,  Recortes de jugadores de la U entre posters y bueno, alguna calata por ahí.

Una mañana llegó un tío (En ese tiempo era deportista y siempre se aparecía en buzos y con bolsos deportivos) Mi mamá habló con él y le dijo “que me lleve a hacer deporte ya que me pasaba todo ese verano siendo presa de la televisión y mis historietas”  pero creo que estoy acomodando las palabras, fue algo así como: “llévalo a que haga deporte que parece cojudo todo el día  echado como muerto” Fin del asunto.  No se diga más. Al día siguiente llegó  a mi casa, sobre todo temprano – demasiado diría yo – mientras yo lo esperaba igual, vestido deportivamente, con mis zapatillas viejas y mi mochila – con una botella de agua y toalla de cara, pero sobretodo , con un desgano colosal, tanto que deseaba que le dé aneurisma y se olvide de la promesa a mi vieja. Fatal,  nunca se cumplió… tocó el timbre y me dijo: ¡apúrate que es tarde! Y yo, en mi mente: “ojala te desmayes”.



Me llevó en un bus, sentado, cada minuto me iba perdiendo más… “a donde vamos” le pregunté…
A lo que él muy orondo y entusiasmado respondió: “vamos al Rímac, ahí está el club del Cristal, te voy a presentar con mi ex entrenador para que te pruebe”
Diablos – pensé, encima que no quería salir me lleva al Cristal, 
“¿Por qué no vamos a la U?” – pregunté.  Su cara cambió.
“Porque yo soy hincha del Cristal y ahí está mi ex entrenador”
“si, pero es muy lejos” repliqué.
“para mí no, este carro nos deja a una cuadra”.
Maldita será – pensé, ¿A mí que carajos me importa que carro nos lleva? ¡Yo no quería estar ahí!  Pero sólo pensé… y fui mirando las calles… cada vez más desconocidas…

Llegamos. El lugar era simpático. Había mucha gente y chicos de todas las edades, trotaban y corrían… vi en una cancha alterna a los jugadores profesionales del Cristal, reían, conversaban, pateaban al arco, algunos trotaban y yo los observaba, los había visto en la tele, me llegaban altamente, pero…  ¡los había visto en la tele! Hasta que apareció el aguafiestas y me jaló del brazo para presentarme a su ex entrenador, “Profe, acá le traigo a mi sobrino, a ver si lo prueba”  Era un viejo rollizo, chato,  con el rostro extremadamente quemado por el sol. – al fino estilo de camionero- y con una gorra azul. Me miró fijamente y me dijo: ¿Cuántos años tienes?
“11”  - respondí. 
Y  él - “eres alto, ¿has jugado en otro equipo?
“no”.
“¿En qué posición prefieres jugar?” – preguntó.  Y aquí vino lo bueno, Aquí fue donde crucé el límite entre la realidad y la maldita fantasía.: “DELANTERO”.

“Ah muy bien, tienes talla, vamos a probarte, ¡Juancho, Que entre él y mándalo a la derecha, arriba!”
Ese momento fue vital. Inolvidable. Corría por la cancha, escuchando las vivas y hurras de mi hinchada ficticia,  pasaron 5, 10 minutos… parecían horas… veía a lo lejos a otros con la pelota… observe el arco…. Que tal arcazo – pensé – Acá meto gol con los ojos cerrados,  lanzan la pelota, yo, como puntero mentiroso,  corrí… corrí… nunca llegue a tocarla… Se fue a tiro de arco, levante la mano como pidiendo otra oportunidad… Al rato, otro pase, la toque, yo… Con la pelota, gran rematador de 11 años, la tengo en mis pies… frente al arcazo, patee (además hice un sonido de explosión con mi boca, como si la pelota fuera una bala de fuego) apenas llegó dando botes hacia el escuálido arquero… me quedé pensando… No era tan fácil como pensé.
Luego… otro remate,  corro hacia la pelota, los sonidos de la barra en mi mente empezaron por desaparecer y sólo escuchaba al rollizo entrenador que gritaba….
¡Corre! ¡Ahí, es tuya!!
Empezó a ponerme nervioso, quería que esa bala de fuego que salía de mis pies vaya directamente  a su rostro… Maldita sea, corrí igual, nunca llegué a la pelota…  luego, seguí caminando, con la cara sudada y viendo con total bronca lo que sucedía, echándole la culpa a todos – en mi mente – menos a mí. Luego escuché un cambio y salí de la cancha… ya no escuché a la barra ni los vivas ficticios, sólo sentí  una palmada en el cuello y la voz de mi tío que dijo: anda a lavarte.

El camino de regreso fue más fácil…  había silencio… sabía que no iba a volver, y menos tomaría ese micro para un viaje de más de una hora hacia el club. (Mejor para mí, al cabo que ni quería, total, no soy hincha del Cristal).



2 comentarios:

  1. "Mejor para mí, al cabo que ni quería, total, no soy hincha del Cristal" Buenazo tu pensamiento regresando a tu casa. Y bueno al menos te sirvió para que desde pequeño sepas que cosa no ibas a ser de grande.

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